mbiente y episodios del 9 y 10 de septiembre. El último encuentro del mandatario con Pinochet menos de 24 horas antes del golpe. El instante que conversó con el Cardenal Silva Henríquez y se supo que estaba fracasado el diálogo con Aylwin. La preparación de la banda y la piocha presidencial para anunciar el plebiscito. “El doctor tenía un gran sentido del humor, tenía un gran sentido de responsabilidad, tenía una disciplina laboral muy grande…era de una sensibilidad inmensa”. “El 11 en la tarde recibí una llamada de mi padre, que era bombero, él me llamó desde La Moneda, y no le pregunto si el Presidente está muerto, sino que le pregunto “¿se suicidó Allende?”.
Hugo Guzmán. Periodista. “El Siglo”. Santiago. 9/9/2023. Patricia Espejo Brian, socióloga, fue convocada por Beatriz “Tati” Allende para ser parte del equipo de la Secretaría Privada del Presidente Salvador Allende. Cumplió esa labor desde el inicio del mandato “del doctor”, como le llamaba, hasta el martes 11 de septiembre de 1973. Casada, dos hijos (su hija Claudia falleció tempranamente), fue una leal y confidente colaboradora del Presidente Allende, y muchas y muchos le valoran su sencillez y discreción.
Vivió de manera directa e intensa cada día de los mil días, trabajando codo a codo con Tati y la Payita (Miria Contreras) la encargada de la Secretaría Privada, con el objetivo de apoyar cotidianamente, en lo público y lo confidencial, al jefe de Estado. Es mucho lo que tiene que testimoniar. A la mano está su libro “Allende inédito. Memorias de la Secretaría Privada de La Moneda”.
En esta entrevista narra algunos episodios que dan cuenta de los días del golpe de Estado, el ambiente, momentos vividos por el Presidente Allende y habla del mandatario, su carácter.
¿Qué episodios del Presidente Salvador Allende tienes más grabados de los días previos al 11 de septiembre, el 9, el 10?
Bueno, ocurrieron muchas situaciones, hay muchas anécdotas, pero mencionando algunas cosas que pudieran ser importantes te contaría, por ejemplo, que el domingo 9 estuvimos en Tomás Moro (la residencia presidencial), el Presidente bajó de la casa de El Cañaveral muy temprano. El sábado 8 habíamos estado en El Cañaveral un grupo celebrando el cumpleaños de Tati y el mío. El domingo, llegando a Tomás Moro, me hizo llamar a algunas personas, entre ellos a Carlos Altamirano (secretario general del Partido Socialista), iba a tener una entrevista con el Cardenal Raúl Silva Henríquez, y hubo contactos con dirigentes de la Unidad Popular. En un momento estábamos el Presidente, la Payita, Tati, Luis Fernández (esposo de Beatriz Allende), mi marido y yo, y conversamos de muchas cosas, había cierta tranquilidad. Más tarde llegó la señora Tencha (Hortensia Bussi, esposa del mandatario), e Isabel Allende, que venían de un viaje a México, donde habían ido a expresar la solidaridad por un gran terremoto que hubo. El doctor nos hizo pasar a un comedor, y empezó a conversar sobre la situación en que estábamos y planteó algo que siempre me causó incertidumbre y rabia a la vez; dijo que el Cardena (Raúl Silva Henríquez) se había portado muy bien, que había hecho todo lo posible para se concretara el diálogo con el Partido Demócrata Cristiano, específicamente con Patricio Aylwin, y sencillamente todo había sido imposible, que desde ese día no había más diálogo, incluso pese al esfuerzo del Cardenal, de lo cual el doctor estaba agradecido, pero ya no se podía dialogar con Aylwin. La señora Tencha como que cuestionó que se estuviera conversando con el Cardenal, pero el doctor dijo que con él tenía una relación muy sincera, muy abierta, y que el Cardenal estaba haciendo todo lo humanamente posible, pero llegó el momento en que se terminó el diálogo. Yo creo que en ese momento se rompió la posibilidad de que todo fuera diferente a lo que ocurrió. En ese momento llegó el ministro del Interior, Carlos Briones, y le habló algo al Presidente al oído y el doctor se paró de la mesa. ¿Qué le dijo? Ninguno lo supo. Pero vimos que él se puso relativamente tenso, lo vimos molesto con la información que le entregó Briones. Creo que era la confirmación oficial de la ruptura de conversaciones con Patricio Aylwin.
Con lo que narras del Cardenal y Aylwin él tendría motivo para estar molesto. Y quizá lo de Briones también tuvo que ver con el discurso de Altamirano que se consideró muy radicalizado, hasta habló de la posibilidad de convertir a Chile en un nuevo Vietnam. Se habla de que ese sábado y domingo hubo muchas reuniones incluidos dirigentes de la Unidad Popular.
Claro, como te decía, el doctor me dijo que llamara a Altamirano. Había sido ese discurso del 9 de septiembre, ahí estaban Miguel Enríquez, del MIR, y Oscar Garretón, del MAPU. Así que el Presidente quería hablar con él. Me parece que Altamirano quiso evitar ir pero al final conversaron. Hubo muchas llamadas y conversaciones, y varias reuniones, hay que pensar que estaba en marcha la idea de llamar a un plebiscito. Ese fin de semana llegó gente a Tomás Moro, aparte de los que nos reuníamos siempre. Pero en medio de todo había un ambiente de familiaridad, el doctor se probó unas chaquetas que le había traído Isabel de México, comimos, estaba Gonzalo, el nieto.
“¿Será verdad?”
Se mencionan encuentros esos días del Presidente Allende con Augusto Pinochet y otros altos mandos de las Fuerzas Armadas.
Sí, hubo reuniones en esos días, hay testimonios de encuentros, incluso en Tomás Moro. Te puedo contar que el 10 de septiembre, a las cuatro de la tarde se citó a lo que se llamaba en ese momento CONSUSENA, que era el organismo que asesoraba al Presidente de la República en cosas de seguridad del Estado, de Defensa, y llegaron los altos mandos de la Fuerza Aérea, la Armada, Carabineros, Investigaciones y el Ejército, con el Ministro del Interior, y el Presidente. Fue una reunión muy privada, a puerta cerrada, a nosotras nos encargaron organizarla. Los oficiales no entraran como era habitual por la puerta principal de La Moneda, sino por Morandé 80. Supimos que en esa reunión el Presidente les confirmó que iba a llamar a un plebiscito al día siguiente. Eso él lo había dicho antes. Pensamos que la reunión sería de media hora, pero se alargó mucho, y entonces la Payita mi dijo que fuera a la sala a ver qué pasaba, y cuando iba por el pasillo empezaron a salir los militares. Sigo caminando y estaba despidiéndose el Presidente Allende de Pinochet, en la puerta del ascensor de Morandé 80, recuerdo que estaba un estafeta, Peñita, y el doctor me dice “venga, venga”. Me acerqué y escucho que el Presidente le dice a Pinochet, “bueno general, hasta mañana”, y Pinochet se puso en posición firme, se puso la mano en la visera de la gorra militar y le dijo “Presidente Allende, el Ejército de Chile estará con usted y la Constitución hasta el último momento”.
Se lo dijo el día 10.
Sí, el día 10 en la tarde. Me acuerdo y me da mucha rabia. Bueno, me acuerdo que Pinochet se fue y el doctor me tomó del brazo, nos fuimos caminando por el pasillo y en un momento me aprieta el brazo y me dice “¿será verdad?”, en cuando a lo que le había dicho Pinochet. Seguimos caminando a la oficina de la Secretaría Privada, y estaba el Perro Olivares (Augusto Olivares, amigo y asesor del Presidente, director de Televisión Nacional) organizando unas cámaras, unos técnicos de televisión, porque al día siguiente se iba a transmitir la salida del Presidente Allende desde La Moneda hasta la Universidad Técnica del Estado donde él iba a informarle al pueblo de Chile que se haría un plebiscito y que bajo ese resultado él podría aceptar su salida.
Pidió que estuviera lista la banda presidencial “porque mañana la voy a usar”
Algo ocurrió con la banda y la piocha presidencial esa tarde del día 10.
El doctor tenía como cábalas o algo así, pero era muy formal con todo lo oficial, era muy respetuoso de la banda presidencial, de la piocha sobre todo, una pieza pesada, simbólica. Nosotros pensábamos que el martes iba a hablar como siempre, con una tenida formal y normal, pero esa tarde me pregunta dónde está la banda presidencial. Nosotras la guardábamos en un closet especial que había entre la oficina de la Secretaría Privada y la oficina privada del Presidente. Y me dice si sería posible que la tuviera lista “porque mañana la voy a usar”. Nos llamó la atención porque el doctor nunca hablaba con la banda puesta, salvo las ceremonias que había que hacerlo. Después en el exilio, hablando con la Tati, comentamos de que seguro era un gesto del doctor, de que hablaría como un Presidente de la República que ponía a disposición del pueblo su cargo.
El penúltimo día
En estos día aparecen muchos relatos, especulaciones, algunos testimonios, ¿el día 10, ahí en La Moneda, ustedes con la Payita, con la Tati, con el Presidente, tenían o no información de que el golpe estaba en marcha, no tuvieron señales precisas de eso?
No, en esos momentos no. Mira, nosotras en la Secretaría Privada, algunos asesores, teníamos mecanismos de seguridad como que nuestros hijos no estuvieran en nuestras casas, los llevamos a casas de amigos o familiares, pero ese día, el 10, nuestros hijos volvieron a nuestras casas porque se suponía que se iba a distender la situación con el llamado a plebiscito, porque era la demostración de que el doctor buscaba una salida democrática, que iba a poner su cargo a disposición. Nos confiamos. Beatriz tenía a su hija, Maya Fernández (actual ministra de Defensa), en una casa lejos, la llevó a su casa, yo llevé los míos a la mía, que además estaban con peste cristal, y todos actuamos con normalidad. El Presidente se fue a Tomás Moro con el Perro Olivares, el Negro Jorquera (Carlos Jorquera, amigo y asesor del Presidente) y Joan Garcés. Trabajaron, el doctor durmió unas horas, y los demás se quedaron preparando el discurso que el Presidente Allende iba a hacer el 11. Pero el 10 no teníamos informaciones tan precisas. Después, en la madrugada, ya empezaron a llegar informes más precisos.
Ese día 10, como todos esos años, ustedes estuvieron trabajando en La Moneda, en la Secretaría Privada, ¿cómo describirías el estado de ánimo del Presidente Allende?
Había una tensa calma. No había un ánimo de derrota, ni de temor. Es más, el doctor sabía, por ejemplo, que teníamos a nuestros hijos fuera de las casas, él era muy cariñoso con ellos, sobre todo con la Mayita que era su nieta mujer regalona, y si él hubiera tenido alguna noción de peligro, nos habría dicho algo. La Tati se fue relativamente temprano, yo partí después, la Payita se quedó hasta más tarde en La Moneda con dos compañeros que la acompañaron y después se fue a El Cañaveral. Claro que ese día, como todos esos días de 1973, trabajamos mucho, coordinamos cosas del doctor, hubo muchas llamadas, mucho trabajo, pero todo con la normalidad de la labor que teníamos.
Aquel martes 11
¿Cuándo empiezan a saber que estaba en marcha el golpe?
A primera hora del martes 11. Ahí hubo llamadas al doctor, a la Payita, se sabe de los movimientos de los militares, de la Armada. Te diría que muchos dirigentes de la Unidad Popular y del MIR no tenían ni idea de nada. Yo me entero porque me llama pasadas las seis de la mañana el cardiólogo del Presidente, el doctor Oscar Soto, y me pregunta si yo sabía si el Presidente había tenido algún problema de salud porque lo habían llamado para que se fuera a La Moneda. No, le digo, si el Presidente está de lo más bien, y le digo que voy a consultar y le devolvería la llamada. Llamé a Tomás Moro, le pedí a las telefonistas que me comunicaran con el doctor, las noté nerviosas, pero me dicen que no pasa nada y cuando les pido que me comuniquen con el Presidente, me dicen que no, que el doctor va saliendo a La Moneda. Bueno, después vino todo lo que ahora se sabe de lo ocurrido en La Moneda.
La Secretaría Privada eran la Payita, Tati y tú.
En ese momento sí. Al comienzo fuimos cuatro, una compañera que falleció, Blanca Mediano, y después Isabel Jaramillo, que no estaba en funciones el 11 porque había dado a luz y estaba con permiso posnatal. Ellas estuvieron poco tiempo. Las que estuvimos los tres años y esos días de septiembre, fuimos la Payita, Tati y yo.
¿Y cómo se coordinaron el 11?
La Payita partió de El Cañaveral a La Moneda. Se impuso ante los carabineros y entró, pero detuvieron a unos GAP (Grupo de Amigos del Presidente, su escolta) y a su hijo (Enrique Ropert) y luego los asesinaron. La Payita estuvo hasta el final con el doctor, muy leal. Muy temprano me llamó la Tati y me dijo que la fuera a buscar a su casa porque se le habían perdido las llaves del auto. Me fui a buscarla, pero cuando llegué ya estaba el chofer de Luis, el marido de Tati que era un diplomático cubano, y tenía las llaves del auto. Le digo que nos vayamos en un solo auto, pero me dice que no, que vayamos en los dos autos porque se van a necesitar. Me dijo que me fuera detrás de ella, pegada. Llegamos a La Moneda, ella rompió la barrera ahí en la Intendencia, yo frené y justo me rodearon carabineros armados, detuvieron el auto, tenían un pañuelo naranjo en los brazos, y en muchas filmaciones sale mi Fiat 600 ahí en calle Moneda. Yo les decía que era secretaria del Presidente, les mostraba el carné de la presidencia, me echaban el brazo hacia atrás, y de repente veo a Fernando Flores (ministro), que venía con un escolta que era un muchacho del MIR, y me dice “arranca que son de los malos”. En ese momento un alto oficial da la orden de despejar la calle, y esos carabineros se desconcertaron, me despejaron el camino y retrocedí como tres cuadras, saliendo.
“Era un político producto de haber sido médico”
Tú trabajaste los tres años en la Secretaría Privada. Veías a diario al Presidente Allende, atendías incluso cuestiones personales de él. ¿Cómo lo definirías?
Era un político producto de haber sido médico. Un hombre con una gran sensibilidad social porque conocía el dolor profundo de la gente, las carencias sociales horrorosas, las carencias en salud, la pobreza. El doctor tenía un gran sentido del humor, tenía un gran sentido de responsabilidad, tenía una disciplina laboral muy grande. Yo recuerdo cómo trabajaba intensamente, se levantaba muy temprano, leía algunos diarios, hacía deporte, llegaba temprano a La Moneda y nunca sabíamos cuál sería la hora de salida. Siempre durmió siesta diez minutos, esa era su tiempo, alguna gente no lo cree, pero él era capaz de dormir justo eso.
¿Cómo era trabajar con él, cómo era el trato de él hacia ustedes?
De una sensibilidad inmensa. Nosotras nunca le dijimos Presidente, le decíamos doctor. Con nosotras se comportaba como una persona común y corriente, sencillo, nos pedía todo por favor, nunca me olvido de eso, nunca nos ordenó algo, lo pedía por favor, con amabilidad, era muy afable, muy cariñoso, muy preocupado de su gente, era cariñoso con los hijos nuestros, estaba pendiente de los cumpleaños de los niños, siempre tenía una broma, no era un hombre depresivo, pocas veces lo vi enojado, iracundo lo vi una o dos veces, no más, una de esas fue con generales de la FACH porque allanaron unas empresas gracias a la Ley de Control de Armas. Se enojaba a veces con dirigentes de los partidos políticos, pero era amable, nunca le faltó el respeto a alguien.
¿En su momento, te extrañó saber que el Presidente Salvador Allende se había suicidado en La Moneda?
Para nada. El 11 en la tarde recibí una llamada de mi padre, que era bombero, él me llamó desde La Moneda, y no le pregunto si el Presidente está muerto, sino que le pregunto “¿se suicidó Allende?”. Nunca pensé que lo habían matado. Él lo dijo siempre, no iba a salir caminando de La Moneda o lo iban a sacar a empujones. Que demostración más evidente que cuando le ofrecen el avión para él, su familia y allegados, y el Presidente dice que no. Ahí decide que no va a salir caminando, que va a combatir.